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SOBRE EL ESTADO DE LA CULTURA EN BURGOS |
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DEL 10 AL 31 DE MARZO 2023 Inauguración: viernes 10 de marzo a las 19.30h
METRO BURGOS Marco Mediavilla
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El humo es una estrategia de la mirada para ocultar desvelando lo que no puede ser dicho, pero también para desvelar el ocultamiento ritualizado de un invisible cuya simple contemplación fracturaría la capacidad misma de ver y con ella las lógicas de escritura del mundo. La proliferación de lo infinitesimal inasible transmuta el peso saturado de extrañeza del ser que está-en-el-mundo y lo aboca a la alienación, ceguera al fin, como un destino cerrado, imposible y familiar de lo incierto. Lo que no puede ser visto es lo único que puede ser dicho, pues en la naturaleza de la visión está aprehender la distancia. Al mirar, el ojo sujeta, simplifica y se apresura, porque teme descubrir que el universo son nubes huidizas, borrón sin contorno, y que cierta opacidad indefinida es lo único que queda en el pozo en el que esperan las palabras mientras se intentan anudar a las imágenes. La visión es lo que no puede ser dicho, “el habla es guerra y locura ante la mirada”, apunta Blanchot, abriendo una hendidura en forma de palabra, en el espacio tranquilizador del ojo que cree saber la verdad porque resplandece evidente y engañosa bajo el reino de la luz: “Le dejo que haga el recuento de todas las palabras por las cuales se sugiere que, para decir la verdad, es necesario pensar según la medida del ojo”, dice también Blanchot. En la desaparición del límite, del horizonte de lo posible, el ojo inabarcable se cierra sin cerrarse, como la pupila que mira el párpado caliente y detecta bajo la carne la luz. Es la proximidad de una boca al borde de la palabra, la respiración que procesa el humo y lo convierte en viaje y alimento, mientras que el ojo se topa con el silencio detrás del verbo que sustituye a la flecha. El juego abre el recorrido de las vísceras, nos devuelve al cuerpo con la esperanza ya derrotada de encontrar la sabiduría de aquellos que no necesitaban la exterioridad banal, infinita y abrupta del mundo para anticipar sus debilidades y surcos; se abre el cuerpo con el deseo de encontrarlo hueco, paseable, un interior externo que ilumine allí donde la palabra lacaniana no construya un inconsciente desmembrado. La ceguera exterior, pues, invoca la visión interior de las figuras míticas de Homero o Tiresias, pero también la mirada convertida en manos que palpan. En El amor es ciego de Boris Vian, la fantasía de una sociedad liberada de la visión, desata y revela un no-espacio libertino en el que descubrimos que es la mirada la que sostiene el orden moral, la que vigila y asegura el anclaje con unos hábitos de verdad. La distancia es sustituida por una proximidad jadeante en la que se atropellan y nos envuelven las imágenes residuales de un otro constituido ahora en la oscuridad, sin mirada. Cuando la mano mediadora desaparece bajo el humo, lo hace ante la mirada, pero también ante el cuerpo, que queda como persistencia incómoda, un miembro fantasma que pica aunque ya no esté. Sin mano, la posibilidad de sentido se ensombrece y se encarna a la vez en una nada presentida en el reverso de los días. Perder el cuerpo, el mío y el tuyo, la mano, el rostro, podría significar perder además la humanidad, la capacidad de reconocer la fragilidad en los ojos del otro, su historia de carnes sucesivas derrotadas. Por eso las estrategias de visibilización son tan necesarias como peligrosas, porque la mirada que salva es la misma que perpetúa el orden de la injusticia. Por eso también los instrumentos represores que imparten justicias de toda índole niegan la mirada, horrorizados con la posibilidad de que el ser se asome al rostro. Por eso mismo evitamos la mirada directa a la miseria a la vez que la espiamos. Mario Gutiérrez Cru y Sergio Cáceres nos venden humo, sí, y yo también. Son escrituras de humo que no dicen lo que se ve, porque la aparición del signo inciso supondría la pérdida de su infinito. Porque el humo es la envoltura perfecta -la piel exterior- de una nada contra la que agitamos nuestras banderas, arrojamos nuestros cuerpos a rituales convulsos y ordenados, erigimos los relatos con los que nos investimos, aunque seamos soberanos desnudos. Porque el humo es esa nada que hay detrás, diciéndose, manifestándose. No hay doblez, todo es pura exterioridad ocultada, plena intimidad desbordada en los límites de la palabra, aplanamiento de lo real que desfonda los límites del decir. De lo que no se puede hablar mejor es callarse, proponía Wittgenstein, pero quizás es mejor mirar, mirar lo que no podemos decir; aunque mirar no es saber o, mejor, es saber la nada, una extensión ágrafa que se extiende hasta los confines de lo visible que ya no se ve. Arturo Moya Villén 2023 |
Videoinstalación de 3 canales y sonido 5.1 Francis Alÿs aludía al carácter que lo poético puede tener de político y viceversa. El proyecto que se presenta en el Espacio Tangente de Burgos se centra en dos piezas, una videoinstalación multicanal y una pieza interactiva que investigan conceptos relacionados con la revolución, la memoria y el vacío.
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En esta ocasión hará una improvisación de 84 minutos sobre la pieza Cortina de Humo de Mario Gutiérrez Cru, cerrando la muestra individual de este artista. > https://larquicios.bandcamp.com/
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Centro de Creación Contemporánea ESPACIO TANGENTE / Valentín Jalón 10, bajo / 09005 / Burgos / 34 947 216 127 |